"Un viaje de mil millas empieza con un paso." Lao Tse.

lunes, 12 de mayo de 2008

Laos: Vang Vieng, o tubing por un tubo

Haciendo tubing
Llegamos a Vang Vieng de noche. El bus paró de pronto en un descampado y el conductor dijo: “Vang Vieng”, a lo cual tuvimos que bajar precipitadamente y esperar bajo la lluvia a que nos dieran las mochilas que estaban encima del bus. Por lo que se podía intuir, no estábamos precisamente en la parte más céntrica del pueblo, pero había un guesthouse cerca, así que mientras Jordi recibía las mochilas fui hacia allí para ver si tenían habitaciones. 

Me acerqué y me encuentré lo que parecía una sala de estar y una familia tumbada en un sofá viendo la tele. Les pregunté si tenían una habitación doble, por suerte entendían un poco de inglés y me dijeron que sí, me la mostraron y tanto la habitación como el precio, 50.000 kips, me parecieron bien, así que la cogí. Luego nos dimos cuenta que el lavabo era de lo más curioso: el lavamanos no tenía desagüe, por lo que cuando abrías el grifo el agua caía directamente al suelo, y el WC era de los que te encuentras en los baños públicos, es decir, que no tenía cadena sino que tenías que echar tú el agua con un cazo. Además, para llegar a la habitación tenías que subir unas escaleras tan altas y empinadas que casi tenías que hacer escalada libre (este tipo de escaleras, por algún motivo que escapa a mi entendimiento, son muy frecuentes en Tailandia y Laos).

Con todo esto, lógicamente al día siguiente nos fuimos corriendo y empezamos a buscar alojamiento en el centro. Nos metimos en un guesthouse llevado por un inglés, al parecer muy popular entre los mochileros porque se da un aire como muy de chillout. Nos dieron la habitación del ático, enorme,  rodeada de ventanas, con balcón y dos camas dobles, por 120.000 kips (unos 8 euros). Yo hubiera preferido una doble normal por 80.000 kips, pero no quedaban.

En Laos también juegan a petanca

Vang Vieng resulta hasta agradable por diversos motivos: está situado en un valle atravesado por un río y rodeado de altas montañas, algunas con pintorescas formas de flan; tiene una atmósfera muy mochilera que te transmite buen rollo y te dan ganas de quedarte varios días simplemente tumbado por ahí tomando cervezas; y finalmente, puedes gozar de pequeños placeres como masajes y sabrosos batidos de frutas, a mejores precios que en Tailandia o Luang Prabang.

Una vez vistos los programas y precios de los packs de aventura de unas cuantas agencias de viajes –todos están entre 90.000 kips (unos 6 euros) y 130.000 kips (unos 9 euros) para un día-, decidimos que vamos a montárnoslo por nuestra cuenta, ya que no nos interesa ni hacer kayac –ya tuvimos bastante en el  río Zambeze, con cocodrilos e hipopótamos incluidos-, ni tubing por el río, puesto que hay la posibilidad de hacerlo dentro de una cueva, lo cual nos gusta más. Así que al final optamos por alquilar los servicios de un tuk tuk, que por 100.000 kips nos llevará a visitar cuatro cuevas, una de ellas la del tubing. Acordamos con el conductor que nos pase a recoger por el guesthouse por la mañana a las 9.

Así de kitsch construyen en Vang Vieng
Ya tranquilos por tener todo arreglado, nos vamos a visitar por nuestra cuenta una cueva que queda sólo a un quilómetro del pueblo. Esta vez no vamos a alquilar ninguna bicicleta ya que hay poco camino, así que realizamos un agradable paseo hasta el Vang Vieng Resort, donde hay que pagar un “peaje” de 2.000 kips por pasar por su territorio. Llegamos a la cueva y nos sorprende que hay que volver a pagar 15.000 kips por subir unas escaleras y meterte en la cueva, donde te espera un altar con un Buda. Como cuevas de este tipo ya hemos visto dos en Tailandia y nuestro interés es principalmente bañarnos, pasamos de la cueva y nos vamos directamente a una piscina natural que hay fuera, un “jacuzzi” de agua fría que procede del interior de la cueva. Con las prisas resbalo y me doy con las costillas en el suelo, afortunadamente no me he roto nada, pero duele bastante cada vez que me muevo y me esperan unas cuantas noches infernales de dormir poco. De esta guisa me meto en la “piscina”, donde se está muy bien, hasta que algo me roza el pie y salgo por patas –seguramente solo es un pececillo, pero no soporto estar rodeada de bichos en el agua-.

De esta forma tan gafe se acaba el día, esperamos que la visita programada a las cuevas de mañana resulte mejor...


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