"Un viaje de mil millas empieza con un paso." Lao Tse.

lunes, 12 de mayo de 2008

Laos: Vang Vieng, 24 horas transmitiendo Friends

Explorando las cuevas
Es lunes por la mañana y el conductor del tuk-tuk ya nos espera media hora antes delante del guesthouse. Vamos a desayunar –nos preparan un batido de café con plátano delicioso- y a las nueve en punto nos vamos para las cuevas. El trayecto, de unos 20 Km., está salpicado de poblados, campos de arroz y montañas. El tuk-tuk nos deja en un lugar desde el cual tienes que pasar a pie por un puente que parece sacado de una película de Indiana Jones, ya que está hecho en parte con hojas de palma y en parte de madera, todo él muy destartalado. A partir de aquí hay distintos caminos para visitar cuatro cuevas, pero nada está convenientemente señalizado. Casualmente aparece un laosiano que nos empieza a hacer de guía sin que se lo pidamos, pero le dejamos hacer pensando que luego ya le daremos una propina.

El guía improvisado empieza mostrándonos una cueva donde hay un gran Buda, otro recostado y varias figuras más. La llaman la Cueva del Elefante porque tiene una formación de estalactitas que parecen realmente un elefante.

Nuestro guía improvisado
Luego estamos un buen rato caminando entre los campos de arroz y vamos a otra cueva, cuyo acceso, entre rampas empinadas y rocas resbaladizas, nos hace pensar que en vaya lío nos hemos metido. Poco a poco nos vamos adentrando en la cueva, pero tenemos que ir con mucho cuidado por donde pisamos, ya que hay mucho barro y ningún camino llano. A cada paso que damos corremos el riesgo de resbalar, pero la cueva es fenomenal, poco a poco vamos descubriendo pequeñas y grandes estancias salpicadas por formaciones peculiares, todo ello sólo con la ayuda de nuestro guía laosiano que no habla ni pizca de inglés, y con unas linternas frontales que son nuestra única luz. Cabe decir que el guía se mueve por estos lugares como pez en el agua, va descalzo y es rápido como una gacela. Como no hay nadie, nos sentimos como verdaderos exploradores que están descubriendo una cueva por primera vez...
 Después de esta aventura la visita a la siguiente cueva nos parece un poco descafeinada, puesto que el acceso es fácil y la única peculiaridad es que hay un pasillo inmenso que se adentra dos quilómetros adentro, según nos dice el guía. Evidentemente no vamos a caminar todo esto, por lo que sólo andamos un pequeño trozo y nos vamos a la que es la cueva-atracción de Vang Vieng, la Water Cave como la llaman ellos.

Tubing en la Water Cave
Esta cueva tiene la particularidad que está semicubierta de agua, y aunque se puede entrar caminando y el agua te cubre más o menos hasta el pecho, los laosianos para hacerlo más divertido te ofrecen unos flotadores grandes para que te sientes en ellos y recorras la cueva a flote, esto es, haciendo tubing. La entrada cuesta 10.000 kips (menos de un euro) con flotador incluido, no así una bolsa de lona para guardar las cosas para que no se te mojen, que vale otros 10.000 kips. Con bolsa, flotador, linternas frontales y bañador nos metemos en el agujero y, agarrados a una cuerda nos vamos adentrando en la oscuridad de la cueva. Resulta divertido e intrigante a la vez. Hay un punto con una bifurcación en que puedes seguir sin cuerda, sólo remando con los brazos, sin embargo decidimos continuar por el trozo de la cuerda, pues unos turistas nos han dicho que ir sin cuerda cansa bastante ya que vas contracorriente. Así llegamos a un punto en que hay demasiada corriente para continuar y nos volvemos, no sin antes hacernos unas cuantas fotos divertidas.

Al salir de la cueva nos espera el improvisado guía laosiano, que nos pide 60.000 kips por los servicios que no habíamos pedido, sin embargo hay que reconocer que sin él no habríamos sabido acceder ni podido ver las cuevas, ya que nada está señalizado. Al final le pagamos 50.000 kips. Este señor es todo un personaje,  ya que cuando estamos en la cueva del Elefante nos dice que hay que hacerle una ofrenda de dinero al Buda, Jordi  pone 1.000 kips en el recipiente y luego, cuando nos damos la vuelta, él coge el dinero. Luego, al salir de la tercera cueva, nos señala una piedra en la entrada donde hay escrito 10.000 kips, y nos dice que hay que pagar la entrada; este es otro de sus trucos ya que la entrada ya la hemos pagado antes en una garita donde nos han cobrado los 10.000 kips para visitar dos cuevas. Y ya para rematar, en un descanso que hacemos abrimos la mochila para sacar el agua y él ve una bolsa de patatas y empieza a decir “Lays, Lays”, refiriéndose a la marca de las patatas, y no para de insistir hasta que abrimos la bolsa y le damos patatas (se zampó toda la bolsa). En fin, así son en Laos.

Una vez vistas las cuevas ya no nos queda nada más interesante por hacer. Nos reunimos nuevamente con el conductor del tuk-tuk y comemos unos fideos al lado del río. De la conversación en inglés precario, nos enteramos de que tiene dos hijos pero quiere tener dos más, porque en Laos si no tienes mínimo cuatro hijos no eres nadie; de que aprende inglés mirando la televisión y de que la gasolina está más cara en Laos que en Tailandia. Luego, para rematar el día, nos lleva a un lugar llamado “Organic Farm”, que comprende un restaurante, un guesthouse y donde además  llevan a cabo un proyecto comunitario de cultivo orgánico mediante el cual elaboran productos como tes, mermeladas, quesos, etc. En este punto mucha gente se lanza por el río haciendo tubing, y un poco más abajo hay montado un complejo con cuerdas para tirarte al río.

En fin, que en Vang Vieng se lo tienen bien montado y sigue creciendo, pues en este momento se están construyendo dos hoteles bastante grandes y un resort con bungalows. Está claro que este pueblo aspira a ser algo más que un enclave donde parar un día a descansar en el viaje entre Luang Prabang y Vientiane.


Jordi: cuando vayas a visitar las cuevas no se te ocurra ir con sandalias, lleva un calzado apropiado para no resbalar.

Curiosidades:
  • En muchos restaurantes te puedes sentar al estilo marroquí, es decir, sobre una esterilla con cojines y mesa baja. Una costumbre que va mucho con el estilo relajado de la ciudad.
  • En estos restaurantes no es raro encontrarte a los mismos camareros tumbados y viendo la tele, incluso algunos durmiendo. Así, mientras estás comiendo tienes el personal al lado recostado viendo el culebrón laosiano de turno o un combate de "pressing catch"…
  • Y si no te apetece ver un culebrón o el "pressing catch", puedes ver ininterrumpidamente todos los capítulos de la serie “Friends”, que tres restaurantes se encargan de poner a todas horas, para disfrute de los turistas anglosajones, que se pasan horas y horas tumbados viendo la serie...

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