"Un viaje de mil millas empieza con un paso." Lao Tse.

sábado, 31 de mayo de 2008

China: Kunming, el mahjong y las sillas de mimbre

Kunming: tradición y modernidad
La región de Yunnan, en el sudoeste de China, es lo mas cerca que estuvimos del Tibet, ya que no pudimos obtener el permiso necesario para poder entrar (estaban a punto de celebrar las Olimpiadas y no dejaban a los turistas ir al Tibet). De hecho, si se tiene poco presupuesto uno puede hacerse una idea bastante buena de lo que es el Tibet en Yunnan, sobre todo en Zhongdian – o Shangri La, como la llaman turísticamente los chinos-, donde se encuentra un monasterio en versión reducida del Potala de Lhasa.

La capital de la región es Kunming, una ciudad con algún que otro atractivo aunque no demasiado turística, por lo que resulta complicado encontrar agencias de viajes en las que contratar tours y mas aun moverse por cuenta propia. La primera impresión de Kunming, y si además nunca has estado en China, es que no tiene nada que envidiar a una ciudad mediana estadounidense, con su skyline de rascacielos y multitud de centros comerciales. No esperábamos para nada que Kunming fuera una ciudad tan moderna y ostentosa.

Tortugas pintadas en el Templo de Yuantong
Nuestro primer día en una ciudad china ya fue decepcionante, pues pensamos que podíamos ir a cualquier sitio en transporte público: nada más lejos de la realidad. Por ejemplo, intentamos ir al Templo de Bambú siguiendo las indicaciones de la Lonely Planet, con el resultado de que perdimos unas horas buscando un bus inexistente hasta que desesperados acabamos preguntando en una comisaría. Los policías muy amables pero ninguno hablaba inglés, hasta que apareció una mujer que chapurreaba algo, pero tampoco nos supo decir cómo ir al Templo de Bambú. 


Ancianas jugando al mahjong
Después de darnos de frente con la realidad -en China casi no se habla inglés-, optamos por recorrer a pie los principales puntos de interés de la ciudad. Destacan en Kunming el gran complejo budista de Yuantong y las Pagodas del Este y el Oeste. El primero sorprende por los centenares de tortugas que hay en su lago, algunas de ellas con el caparazón pintado... En cuanto a las pagodas, lo mas divertido  es dar una vuelta por un parque que hay al lado lleno de abuelitos jugando al mahjong (una especie de dominó muy complicado). Un abuelo nos invitó a probar el juego, y ya nos ves ahí sentados frente a el mirando el tablero sin saber que hacer, el abuelo mirándonos a nosotros esperando que moviéramos alguna ficha, y así estuvimos cinco minutos con cara de tontos hasta que al final le dijimos al pobre abuelo con gestos que no teníamos ni idea... Desde luego éramos la atracción del parque, porque a continuación una abuela nos cogió por banda y nos invito a sentarnos un rato con ella, con el propósito, como no, de contarnos su vida de joven: que si había vivido en Shanghai, que allí había aprendido inglés, que de Kunming solo le gustaba el clima primaveral, etc. Ya nos ves ahí escuchando a la pobre viejecita y pensando como se lo decíamos para irnos, al final nos despedimos amablemente y nos alegramos de haber hecho un poco de compañía a aquella anciana...

Coreografía con abanicos en el Parque del Lago Verde
Ya por la tarde, fuimos al Parque del Lago Verde, que estaba abarrotado de chinos que se divertían a su manera: niños sobre divertidos patines en el lago, gente bailando en círculos, mujeres ensayando una coreografía con abanicos... En fin, toda una variedad de vida social china concentrada en un parque. 
Sin embargo, lo más interesante de Kunming está en las afueras,  concretamente en Xi Shan (montaña del oeste), un lugar lleno de templos esparcidos por la montaña, que culmina en la cima con la Puerta del Dragón, un conjunto de grutas, esculturas, corredores y pabellones adosados a un precipicio. Por suerte, para ir A Xi Shan  sí que encontramos un bus, concretamente el 51 desde Wu Ting Qiao, parando en Gao Yao. La vuelta la tuvimos que hacer en furgoneta. Encima que nos salió más caro que el bus, el conductor tuvo el morro de parar a medio camino, hacernos bajar y mandarnos subir a un autobús publico que iba abarrotado –cuando habíamos pagado 20 yuanes por viajar sentados-. Nos enfadamos tanto que al bajar de la furgoneta nos llevamos un par de asientos de mimbre, los cuales usamos para sentarnos en el bus. Ya nos veis a nosotros dos en un bus lleno de chinos de pie, allí sentados en un par de ridículas sillas de mimbre... Pues así íbamos y, claro, todos los chinos se reían de nosotros, pero nosotros ni caso que bien que íbamos sentados mientras que los demás iban de pie..

En la Puerta del Dragón, tocando una piedra que da suerte







viernes, 30 de mayo de 2008

China: la frontera y el bus-litera de Hekou a Kunming

Nos costó sudor y lágrimas entrar a China, ¡pero lo conseguimos!
Entramos a China por la ciudad de Hekou, al otro lado de un puente que la separa de Lao Cai (Vietnam). Antes de poder coger el autobús-litera que nos llevaría a Kunming, tuvimos que pasar por unos engorrosos trámites en la frontera, que nos llevaron casi una hora. En primer lugar, nos hicieron rellenar unos papeles. Luego, una amable pareja de policías –la chica hablaba un poco de inglés-, nos hicieron pasar a una sala, donde estaban registrando el equipaje de una pareja de japoneses. Tuvimos que esperar un rato hasta que empezaron a registrar lo nuestro: hubo que abrir todas las bolsas y se lo miraban todo, poniendo especial atención en los libros y revistas. Habiendo leído que a algunos viajeros les habían confiscado la guía de Lonely Planet, por el absurdo motivo de que en el mapa de China la región del Tibet aparecía con un color distinto, me cuidé de esconderla bien entre las ropas, y cuando me preguntaron si llevaba algún libro más les dije que eso era todo. En cuanto al portátil, en un momento dado se lo empezaron a mirar como si quisieran encenderlo y mirar su contenido, pero yo les dije rápidamente que sólo lo usábamos para descargar las fotos, y no sé si fue por esto o porque les daba pereza que nos lo dieron por conforme. Así que finalmente nos dieron el visto bueno y pudimos pasar por el mostrador donde nos pusieron el sello de entrada. Creíamos que ya estaba todo, pero aun no había terminado la odisea: tuvimos que pasar el equipaje por un escaner, tras lo cual otra policía nos dijo que le mostráramos los libros que llevábamos -otra vez?, pensamos- , a  lo que una vez más utilicé la misma táctica de dárselo todo menos la Lonely Planet que seguía escondida. Después de mirárselos con suma lentitud, nos preguntó si llevábamos algún otro libro que hiciera referencia a China, a lo que le respondí descaradamente que no, aunque por dentro temblaba como una hoja... Afortunadamente me creyó, dejó de fisgonear el equipaje y finalmente pudimos salir de aquella pesadilla burocrática, con nuestros pasaportes en regla y listos para empezar nuestra aventura china.

Auténticas literas rollo militar en el bus a Kunming
Gracias a las indicaciones de aquella mujer policía pudimos encontrar en un par de minutos y sin dificultad la estación de autobuses. Como ya teníamos el billete, que habíamos adquirido a través de una agencia de viajes de Sapa (nos salió unos 6 euros más caro, pero así ya teníamos la reserva hecha); mostramos el billete a una especie de vigilante y nos indicó el bus que teníamos que coger. Cuando lo vimos nos quedamos bastante sorprendidos: era un bus con literas de verdad, es decir, no los típicos asientos que se reclinan 180 grados para parecer una cama, sinó que había ¡dos filas de literas metálicas de dos camas cada una, como en la mili!. Estaban numeradas y nos tocaron unas arriba. Colocamos como pudimos nuestras pertenencias en la cama y nos predispusimos a sentirnos como sardinas enlatadas en las ocho horas que nos esperaban de camino…

El bus se llenó del todo y, aparte de otra pareja japonesa y un holandés, el resto eran chinos. Salió puntual y empezó el recorrido paralelo al curso de un río, entre paisajes montañosos. La carretera estaba bastante mal, la mayor parte del tiempo íbamos botando, lo que dificultó el dormir, si es que alguna vez tuvimos la esperanza de hacerlo... A las 2 horas se paró para ir a unos servicios que parecían sacados de una película de miedo: una chica a la entrada cobrando medio yuan para poder acceder –para mi perplejidad y asombro- a una estancia donde simplemente había dos agujeros en el suelo en los que tenías que hacer tus cosas con una china al lado y las demás haciendo cola mirando… En fin, alucinante episodio del viaje del cual Jordi se libró, pues prefirió irse a un lugar apartado en la calle. Dos horas más de trayecto y el bus volvió a parar en una especie de restaurante; esta vez preferí aguantarme y no bajé, tampoco fuimos a comer y pasamos con los snacks que llevábamos.

Finalmente llegamos sobre las 7 de la mañana a la estación de Kunming. La primera impresión no fue muy buena: grandes avenidas grises y desoladas. Cogimos la Beijing Lu, una calle principal, y subimos unos veinte minutos hasta encontrar un hotel que salía en la Lonely Planet, el Kunhu Fandian. La recepcionista, en un inglés correcto, nos dejó la habitación, con baño compartido, por 80 yuanes. Antes fuimos a ver la habitación y los baños y nos parecieron limpios y correctos. Cabe decir que el hotel era tan grande y estaba tan poco lleno –no vimos por ninguna parte la multitud de mochilleros que según la guía acudían a ese hotel-, que en los baños siempre estuvimos solos. Sin embargo, hubo dos problemas: los lavabos eran de tipo chino, es decir, agujero en el suelo –a mí me daba igual, pero Jordi no podía con eso y se iba a los lavabos de otros hoteles-; por otra parte, en la agencia de viajes del hotel no hablaban inglés, por lo que, entre otras cosas, nos quedamos sin poder contratar una excursión para ir a ver el Bosque de Piedra, ya que tampoco encontramos los autobuses que iban allí. Finalmente,  otra curiosidad de aquel hotel: Jordi vio a un cliente lavándose los dientes –hasta ahí todo normal-, lo extraño es que lo hacía ¡sentado en cuclillas sobre el lavabo!

lunes, 19 de mayo de 2008

Vietnam: Bahía de Halong e Isla de Cat Ba

Típicas montañas de la Bahía de Halong
Uno de los barcos de madera que hace la ruta de Halong
 El tour por la Bahía de Halong es, en nuestra opinión, indispensable si se visita Vietnam, aunque esté masificado. Si se dispone de tiempo, es aconsejable contratar como mínimo dos días y pasar una noche en el barco, ya que en la excursión de un día apenas se aprecia la belleza de este lugar. Nosotros teníamos que hacer tiempo pues nos estaban tramitando el visado para China, así que contratamos el tour de tres días con una noche extra en la Isla de Cat Ba. Nos salió por 106 dólares los cuatro días, con todo incluído excepto un par de comidas en Cat Ba.

A parte de unos pocos barcos de lujo que se disparan de precio, el resto son todos más o menos iguales, de madera con las típicas velas de color naranja, que casi nunca despliegan –sólo para las fotos publicitarias-. Los camarotes tienen dos camas, baño y ventilador, y si se quiere aire acondicionado o mejor comida se tiene que pagar un plus. Si se anda corto de presupuesto cabe decir que no vale la pena pagar más por el aire acondicionado y por la comida.

Jordi esperando el kayac para visitar el pueblo de pescadores
El primer día te llevan en minibús a Halong, desde donde parten los barcos, en un viaje de unas tres horas desde Hanoi. Embarcas y empieza el fascinante viaje por la bahía, salpicada de altas montañas con forma de flan. Nosotros no tuvimos mucha suerte con las vistas ya que estaba nublado y las montañas lejanas apenas se veían. Atracamos en una zona espectacular que parecía sacada de la película Piratas del Caribe, donde visitamos dos cuevas. La primera es la mejor, con formaciones preciosas que se han encargado de realzar con iluminación de colores. La segunda no está tan bien iluminada y resulta menos interesante.

A continuación seguimos navegando para pasar por un “fishing village”, que es un conjunto de pequeñas casas flotantes donde la gente vive, y muchos de ellos se dedican al cultivo de perlas, que luego se pueden comprar en la Isla de Cat Ba. Pudimos visitar un poblado de estos en kayac, fue una experiencia muy placentera ya que las aguas estuvieron en todo momento muy tranquilas y pudimos ver de cerca las peculiaridades de este estilo de vida. Después nos dimos un chapuzón en el mar, cenamos en el barco y descansamos en una de las tumbonas de cubierta, contemplando la luz del día desaparecer entre las espectaculares montañas.

Una playa de Cat Ba
Al día siguiente nos llevaron a la Isla de Cat Ba. Esta isla es la única poblada en la Bahía de Halong y se está convirtiendo en un importante polo de atracción turística, sobre todo para los vietnamitas que quieren ir a la playa el fin de semana. Cabe decir que la isla tiene un montón de recursos naturales aparte de sus preciosas playas. Buena parte de la misma está formada por un Parque Natural protegido, que alberga formaciones montañosas espectaculares y una rica flora y fauna. En el paquete que contratamos entraba un trekking a una de las montañas, así que con un guía local y otros viajeros empezamos una ascensión de una hora y media más o menos. Hubiera sido fácil si no fuera porque había llovido mucho y estaba todo enfangado y resbaladizo. Después de llegar milagrosamente sanos y salvos a la cima, la vista no nos recompensó por culpa de la niebla, aunque a través de ella se adivinaba un conjunto espectacular de montañas que, en un día soleado, hubiera compensando con creces el esfuerzo de subir.

Dos monos en "su isla"
Descansamos comiendo en un barco que luego nos dejó en “Monkey Island”, una isla protegida cerca de Cat Ba, donde, como su nombre indica, hay una extensa población de monos. Lo mejor de la isla, sin embargo, son sus playas, de fina arena blanca y con el telón de fondo de las abruptas montañas. Al cabo de un rato de estar por allí empezaron a aparecer los monos, para ver si podían conseguir comida de nosotros. Había que vigilar las pertenencias, porque a la que te despistabas te robaban cualquier cosa…

Nos ofrecieron la posibilidad de volver a hacer kayac, pero preferimos bañarnos y tomar el sol. Claro que no sabíamos que cerca había una gruta para explorar, según nos contó una pareja unos días después, de haberlo sabido…

Finalmente nos dejaron en un hotel en el Paseo Marítimo, con buenas vistas a la bahía. Entonces nos enteramos de una particularidad de Cat Ba: están casi todo el día sin electricidad, ¡hasta las siete de la tarde!. Primero pensamos que era un cuento del hotel, pero luego paseando nos dimos cuenta de que en todas partes estaban igual, sin luz. Luego, a las siete en punto, dieron la luz y todo cobró vida.

En Cat Ba hay un montón de restaurantes con viveros en los que tienen gambas, pescado e incluso langostas. Puedes pedirles que te saquen del vivero el pescado y que te lo cocinen, a buen precio. Comimos doce gambas frescas y un plato de sepia, con cerveza y agua, por menos de seis euros.

Los "japos" hasta se meten en el agua para sacar fotos...
Al día siguiente nos dedicamos a explorar las playas de Cat Ba. Hay básicamente tres, llamadas simplemente Cat Co 1, 2 y 3. La que nos gustó más fue la 2. Todas están  a un quilómetro más o menos del pueblo y se accede fácilmente a pie. Cuentan con hamacas y sombrillas de pago, lavabos, vestidores, bares y restaurantes; incluso te venden bañador si no tienes. Estuvimos casi solos en la playa hasta las cuatro, luego empezaron a venir turistas japoneses con los que nos desternillamos de risa, viendo sus atuendos frikis para  el baño y las fotos tontas que se hacían. Los lugareños también van en masa a la playa, sobre todo los más jóvenes cuando terminan las clases. Así que para estar tranquilo, la mañana es el mejor momento para disfrutar de las tranquilas y tibias aguas, así como de los paisajes que, en cierto modo, nos recordaron a los de la Costa Brava.

Puesta de sol en Cat Ba
Por la tarde, a aquello de las seis, no hay nada mejor que pasear y hacer fotos de la puesta de sol, telón de fondo de los barcos de madera y de la vida pesquera que tiene lugar en la bahía.

Aquella noche durante la cena nos vino a dar conversación un lugareño que resultó ser fisioterapeuta, con el propósito final, como no, de vendernos sus servicios. Y como no teníamos tampoco nada mejor que hacer, ya nos ves a los dos subidos en su moto –tres en moto es de lo más normal en Vietnam- yendo a su casa, donde se había montado la consulta… ¡en el garaje! La camilla y el mueble-estantería con los aceites y ungüentos compartían espacio con la moto, las herramientas y otras cosas por el estilo…Jordi y yo nos miramos como diciendo que a ver qué hacíamos allí, pero ya en aquel punto decidimos seguir el juego, además no convenía enfadarse con aquel hombre que nos tenía que llevar de vuelta , que aquella casa estaba en el quinto pino... Así que cada uno tuvo su correspondiente masaje de espalda que, todo hay que decirlo, fue más profesional de lo que esperábamos, lástima la decoración...

domingo, 18 de mayo de 2008

Vietnam: Hanoi, el Complejo Ho Chi Minh y otros lugares

Afortunadamente tanto Jordi como yo estamos ya recuperados y nos morimos de ganas de empezar a visitar lugares. Empezamos por el complejo Ho Chi Minh, una vasta extensión formada por el Mausoleo de Ho Chi Minh, el complejo residencial donde está la casa en la que residió Ho Chi Minh durante unos años, la Pagoda del Pilar Único y el Palacio Presidencial.

Cola en el Mausoleo de Ho Chi Minh

Debido a las largas colas, hay que presentarse bastante temprano. El Mausoleo no es más que un austero edificio de mármol donde se expone el cuerpo embalsamado de Ho Chi Minh. Cabe decir que el cuerpo está magníficamente conservado y parece que sólo esté durmiendo. Aunque la visita dura menos de un minuto, la espera puede prolongarse más de una hora, ya que se requieren engorrosos trámites, como dejar las bolsas en una taquilla, pasar por un arco de seguridad, etc.

A continuación vemos por fuera –ya que no dejan entrar- la casa de Ho Chi Minh, así como una pequeña pagoda bastante singular suspendida sobre un único pilar dentro de un lago –la Pagoda del Pilar Único-. En cuanto al Palacio Presidencial, no está abierto al público.

Ya fuera del Complejo Ho Chi Minh, nos dirigimos a ver otro bonito lago dentro de Hanoi, el Lago Ho Tay. Por un puente se accede a un islote en el cual se encuentra la pequeña y acogedora Pagoda Tran Quoc. En ella tenemos una agradable sorpresa al coincidir con un numeroso grupo de mujeres entonando unos cantos religiosos.

Jordi en la curiosa Pagoda del Pilar Único
Culto católico en Hanoi: la Catedral de San José
Finalmente terminamos el día recorriendo las callejuelas del casco antiguo, que curiosamente están divididas por oficios en su mayor parte. Así por ejemplo, te encuentras con una calle en la que sólo se venden zapatos, otra para la seda, otra de herbolarios, otra de ópticas, etc. Ni qué decir tiene que el tema facilita enormemente las compras. Y aunque no se quiera comprar, es totalmente recomendable hacer este recorrido a pie y sin prisas, para observar la cotidianidad de los vietnamitas y los variopintos productos que venden.



Consejos:

El dueño del Ladybird, haciendo su "hotpot"
  • Para cenar, dos sitios estupendos: el restaurante Ladybird, llevado por un joven vietnamita simpatiquísimo, que te cocinará él mismo delante tuyo el famoso plato “hotpot” (una especie de caldo) o el “grilled fish”(pescado a la plancha con especias); y el 69, donde también se pueden degustar sabrosos platos vietnamitas. Ambos restaurantes están el casco viejo, tienen una excelente relación calidad-precio y una cuidada decoración.
  • Compras: Vietnam es un buen sitio para comprar ropa y accesorios a precios de ganga. Hanoi es particularmente un buen sitio, ya que los establecimientos de un mismo ramo se concentran en una calle. Después de comparar en unas cuantas ópticas, encargué en una unas gafas graduadas de marca  por 20 euros… Me las hicieron en un día, aunque apuesto que si se las hubiera pedido en unas horas también las habría tenido.

sábado, 17 de mayo de 2008

Vietnam: si te pones malo en Hanoi, prepara tu Visa

Quizás ha sido el batido de limón, o lo que llevaban los rollitos de primavera al estilo vietnamita de la cena, pero el caso es que he pasado una de las peores noches de mi vida, levantándome cada media hora para ir a vomitar y con diarrea. Me tomo una pastilla de Primperán pero también la echo, así que por la mañana decidimos ir a un hospital, en concreto uno que sale en la Lonely Planet donde pone que el personal habla inglés. Primero llamo al teléfono del seguro de viaje para confirmar que no habrá ningún problema, pero el servicio 24 horas que prometen no es tal y nadie contesta. Así que nos la jugamos y vamos a la clínica en taxi, donde primero me hacen rellenar una serie de engorrosos formularios y me dicen que los cuidados valdrán 100 dólares. Bueno, lo puedo asumir, pienso yo, lo que no me dicen es que esto sólo incluye la visita del médico, porque todo lo demás –las medicinas que me suministran, el análisis de sangre que me hacen, etc.- es a parte, y la factura sube al final… ¡¡¡765 dólares!!! Dios, espero que el seguro lo pague...

Diagnóstico para vómitos, diarrea y un poco de fiebre: gastroenteritis. O sea, que he pillado un virus no sé como. Al menos me han parado los vómitos con Primperan inyectado, me han dado Smecta para el estómago y antibióticos. He estado cuatro horas en una camilla, rezando para que no me subiera demasiado la fiebre y me pudiera marchar. Afortunadamente así ha sido, no sin antes intentar colarme un montón de medicamentos, gran parte de los cuales se los he devuelto porque ya los tengo en mi botiquín. Con eso nos hemos ahorrado unos 100 y pico de dólares. 

Me paso el resto del día en la cama del hotel mirando una peli en inglés y rezando para que los medicamentos hagan efecto y no me vuelvan los vómitos. Así hemos perdido un día en Hanoi, sin poder visitar nada ni preparar ninguna excursión. Además, este horrible día aun no ha terminado... Cuando yo ya estoy recuperada, por la noche es Jordi quien empieza a tener vómitos y fiebre... Decido medicarle yo misma, así que le doy Primperán y, por suerte, él no echa la pastilla y le hace efecto. También le doy de mis antibióticos, porque está claro que ha pillado el mismo virus que yo. Afortunadamente, Jordi no necesita ir al hospital y por la mañana ya está recuperado, vaya susto...

Jordi: este ha sido uno de los peores momentos del viaje, ver como tu pareja se pone tan mal y tener que llevarla al hospital, donde además te empiezan a preguntar cosas en inglés y tú no enteras de la misa la mitad... Menos mal que ella podía hablar con los médicos por sí misma, porque yo no puede ser de gran ayuda. En estos momentos es cuando te arrepientes de veras de no saber inglés, piensas en el tiempo que podías haber dedicado a ir a clase en lugar de jugar a la "play" u otras cosas innecesarias...

Consejo: si os pasa algo parecido en Hanoi u otras ciudades asiáticas, la clínica se llama International Sos, y os recomiendo que antes os aseguréis que os lo va a cubrir vuestro seguro de viaje, porque es carísima, aunque el servicio es excelente. Si no podéis contactar con el seguro, guardad bien todas las facturas, diagnósticos médicos, etc. y presentadlo a la vuelta. En mi caso, el seguro de mi mutua médica, Medifiatc, sí lo pagó una vez enviada la factura.




viernes, 16 de mayo de 2008

Vietnam: Hanoi, problemas en la Embajada de China

En el Templo de la Literatura, tocar la cabeza
de una tortuga te da longevidad
Es viernes y nos levantamos tarde. Perdemos la oportunidad de visitar el Mausoleo de Ho Chi Minh, ya que cierra a las 11.30 h. Hoy es día laborable y por tanto vamos a aprovechar para sacar los visados a China, lo cual haremos por la tarde, cuando la embajada abra a las 16.30 h. Mientras tanto, vamos a visitar el pintoresco Lago Hoan Kiem, en el mismo centro de Hanoi, con su característico puente rojo por donde se va a una pagoda de estilo chino muy bonita dedicada a Confucio. A continuación vamos al Templo de la Literatura, otro recinto de estilo chino donde antiguamente se graduaban los estudiantes de letras.

A las 16.15 h. ya estamos delante de la Embajada de China, pero no se dignan a abrir hasta las 16.45 h. Lo que pasa allí a continuación es surrealista. En primer lugar, el guardia de la entrada me indica con gestos que no puedo pasar porque voy con una camiseta de tirantes; como Jordi no puede entrar porque no se defiende tan bien en inglés, me tengo que poner su camiseta encima para poder entrar yo. Una vez allí, la mayoría de gente hace cola en la ventanilla 1 para recoger los visados que previamente han solicitado; como yo sólo voy a hacer la solicitud, el guardia me indica que vaya a la ventanilla 2. Allí, una funcionaria me pregunta que con qué propósito estoy en Vietnam, a lo cual le respondo que de vacaciones. Entonces ella me dice que no me pueden hacer el visado, que sólo los hacen a personas que están de negocios y que en todo caso lo pida en mi país. ¿Que me vaya a España a pedirlo? Me deja alucinada. Insisto pero me responde lo mismo, tan tranquila ella.

Salgo de allí sintiéndome impotente. Hay otros turistas fuera que están más o menos igual. Uno americano dice que por la mañana a un montón de turistas les han dicho lo mismo, aunque a él afortunadamente le han acabado tramitando el visado después de insistir durante tres horas. A otra chica canadiense tampoco le han querido hacer el visado. Nos preguntamos cual es el problema con China. Hasta ahora hemos obtenido los visados de Tailandia, Laos y Vietnam en el mismo momento y con solo nuestro pasaporte y una foto, mientras que los chinos piden además un billete de transporte de ida y vuelta y reserva hotelera. ¿Pero cómo vamos a comprar un billete de salida del país si no sabemos cuando vamos a regresar ni por dónde? En fin, que nos sentimos inmensamente frustrados.

Nos vamos a pasear por el centro, a ver si nos despejamos. Al pasar por delante de de una agencia de viajes, Ocean Tours, se nos ocurre que igual allí tramitan visados a China, tal como hicimos en Bangkok con los visados de Laos. Preguntamos y, efectivamente, nos pueden conseguir el visado al “módico precio” de 50 dólares –en el consulado vale 30-, y si lo quieres en dos días tienes que pagar 30 dólares más, porque si no te lo entregan en cuatro. Desde luego a las agencias les va fenomenal que el consulado ponga tantas trabas…

Mientras nos pensamos lo de la agencia, nos encontramos con Carmen, una chica de Hanoi que he conocido por e-mail a través de un amigo común. Carmen está estudiando español en la universidad de Hanoi y tiene mucho interés en quedar con turistas españoles para practicar y conocer mejor nuestra cultura. Se presenta con otra amiga que también estudia español, Nieves. Las dos tienen unos 20 años y son muy simpáticas. Evidentemente no se llaman ni Carmen ni Nieves, más bien tienen unos complicados nombres vietnamitas, pero se hacen llamar así para facilitar las cosas. Nos llevan a una terraza en el centro que sólo conocen los de Hanoi, en un edificio muy alto y con unas vistas espectaculares del lago. Carmen nos cuenta que ha conseguido una beca para ir a estudiar en julio un mes a Madrid, será la primera vez que salga de su país y está entusiasmada. Nieves está en ello. Su sueño es ir a trabajar a España, ¿por qué?, les preguntamos, pues simplemente porque les atrae la cultura española y encuentran a los chicos españoles muy guapos, nos dicen riendo tímidamente. Detrás de estas sonrisas, sin embargo, se adivinan los sueños y esperanzas de dos chicas jóvenes que desean escapar del incierto futuro que les espera en su país...

Consejo: cuando fuimos a pedir el visado en la Embajada de China faltaba poco para los Juegos Olímpicos de Beijing, quizás por este motivo nos pusieron tantos problemas... Si hay que sacar el visado pues, mi consejo es que primero se intente en la misma embajada y, si no es posible, se vaya a una agencia de viajes de las decenas que hay que lo hacen. Ocean Tours es una de ellas y viene recomendada por Lonely Planet, aunque nosotros al final escogimos otra más cutre -no recuerdo el nombre- porque lo hizo más barato. Nos arriesgamos y salió bien, pero en verdad si hay que dejar el pasaporte en manos de alguien quizé sea mejor pagar un poquito más y estar tranquilo...

jueves, 15 de mayo de 2008

Vietnam: llegada a Hanoi

Llegamos a Hanoi procedentes de Vientiane a las 7 de la tarde con un vuelo de Vietnam Airlines de 80 euros, de sólo una hora de trayecto y buena merienda incluida.

Prevenidos de que en el aeropuerto de Hanoi rondan muchos taxistas sin escrúpulos, que te llevan al hotel donde les pagan comisión y te cobran lo que quieren, y tratándose de una hora un poco intempestiva, decidimos reservar previamente el hotel por Internet y, a través del mismo, acordar también la recogida en taxi en el aeropuerto, por un precio pactado de 13 dólares.

La llegada pinta bien, las mochilas salen enseguida y el taxista nos espera puntual a la salida. El recorrido hasta el centro dura casi una hora y mientras tanto empezamos a familiarizarnos con Hanoi, que nos recuerda por tamaño a Bangkok.

Hasta aquí todo bien, luego empiezan los problemas. Para empezar el taxista nos pide 14 dólares, a lo que nos negamos y se va con los 13 pactados. Luego resulta que el hotel, que en Internet pintaba tan bien, ya por fuera nos da mala espina: un edificio minúsculo y viejo, muy alto y estrecho. Cuando entramos se confirman nuestras sospechas: aunque la habitación tiene las facilidades anunciadas (baño, televisión, nevera y aire acondicionado), la estancia es muy pequeña y deprimente.

Por si fuera poco, cuando bajamos a recepción nos enteramos por un turista francés que no hay agua en todo el hotel, y que además le han robado dentro. El chico de recepción habla con su jefe por teléfono, el cual me intenta convencer de que nos quedemos,  dice que lo del agua no es sólo un problema del hotel sino de toda la calle; mientras tanto un operario va para arriba y para abajo intentando arreglar el tema, dejándolo todo sucio...

En vista de la situación, me voy a dar una vuelta por la calle a ver cómo están los demás hoteles. No faltan candidatos, más bien está saturado, y todos dispuestos a hacer algún descuento. El problema es que es jueves por la noche y muchos no tienen habitaciones disponibles. Por cierto, casualmente ninguno de ellos tiene problemas con el agua…

Caos motero en Hanoi
Finalmente hacemos un pequeño esfuerzo económico y nos quedamos en un hotel que nos ofrece una habitación cuádruple a precio de doble, con terraza, baño, televisión, nevera, ordenador con Internet en la habitación y almuerzo de buffet libre, por 30 dólares, no está mal, ¿verdad?

Luego nos enteramos que al turista francés que le robaron, en el mismo hotel le ofrecieron otro por 40 dólares lo cual le pareció bien, y uno de los empleados lo llevó allí con su moto, lo que en Hanoi es una locura, porque ir en moto en esta ciudad es como practicar un deporte de alto riesgo. No es exagerado decir que Hanoi está tomada por las motos, los peatones no tienen derecho alguno y cruzar la calle significa ir sorteando motos y rezar para que no te atropellen. Además los moteros se encargan de hacerse notar, porque siempre están pitando para que uno se aparte, lo cual hace de Hanoi un sitio ruidoso y contaminado. Hay que acostumbrarse a las motos, o hacer ver que no están, para descubrir el particular encanto de Hanoi, que sin duda lo tiene.

Consejo: en el centro de Hanoi hay multitud de pequeños hoteles, pero hay que ir con cuidado porque muchos de ellos son poco serios y no ofrecen lo que venden. Este fue el caso del Hotel Minh Bihn 2. Es recomendable no reservar previamente por Internet, ya que las fotos y la información pueden distar mucho de la realidad. Llegar con tiempo e ir mirando es lo mejor. Además todos regatean, por lo que se puede conseguir un buen precio o una habitación de lujo por el precio de una normal, como fue nuestro caso. 

lunes, 12 de mayo de 2008

Laos: Vang Vieng, 24 horas transmitiendo Friends

Explorando las cuevas
Es lunes por la mañana y el conductor del tuk-tuk ya nos espera media hora antes delante del guesthouse. Vamos a desayunar –nos preparan un batido de café con plátano delicioso- y a las nueve en punto nos vamos para las cuevas. El trayecto, de unos 20 Km., está salpicado de poblados, campos de arroz y montañas. El tuk-tuk nos deja en un lugar desde el cual tienes que pasar a pie por un puente que parece sacado de una película de Indiana Jones, ya que está hecho en parte con hojas de palma y en parte de madera, todo él muy destartalado. A partir de aquí hay distintos caminos para visitar cuatro cuevas, pero nada está convenientemente señalizado. Casualmente aparece un laosiano que nos empieza a hacer de guía sin que se lo pidamos, pero le dejamos hacer pensando que luego ya le daremos una propina.

El guía improvisado empieza mostrándonos una cueva donde hay un gran Buda, otro recostado y varias figuras más. La llaman la Cueva del Elefante porque tiene una formación de estalactitas que parecen realmente un elefante.

Nuestro guía improvisado
Luego estamos un buen rato caminando entre los campos de arroz y vamos a otra cueva, cuyo acceso, entre rampas empinadas y rocas resbaladizas, nos hace pensar que en vaya lío nos hemos metido. Poco a poco nos vamos adentrando en la cueva, pero tenemos que ir con mucho cuidado por donde pisamos, ya que hay mucho barro y ningún camino llano. A cada paso que damos corremos el riesgo de resbalar, pero la cueva es fenomenal, poco a poco vamos descubriendo pequeñas y grandes estancias salpicadas por formaciones peculiares, todo ello sólo con la ayuda de nuestro guía laosiano que no habla ni pizca de inglés, y con unas linternas frontales que son nuestra única luz. Cabe decir que el guía se mueve por estos lugares como pez en el agua, va descalzo y es rápido como una gacela. Como no hay nadie, nos sentimos como verdaderos exploradores que están descubriendo una cueva por primera vez...
 Después de esta aventura la visita a la siguiente cueva nos parece un poco descafeinada, puesto que el acceso es fácil y la única peculiaridad es que hay un pasillo inmenso que se adentra dos quilómetros adentro, según nos dice el guía. Evidentemente no vamos a caminar todo esto, por lo que sólo andamos un pequeño trozo y nos vamos a la que es la cueva-atracción de Vang Vieng, la Water Cave como la llaman ellos.

Tubing en la Water Cave
Esta cueva tiene la particularidad que está semicubierta de agua, y aunque se puede entrar caminando y el agua te cubre más o menos hasta el pecho, los laosianos para hacerlo más divertido te ofrecen unos flotadores grandes para que te sientes en ellos y recorras la cueva a flote, esto es, haciendo tubing. La entrada cuesta 10.000 kips (menos de un euro) con flotador incluido, no así una bolsa de lona para guardar las cosas para que no se te mojen, que vale otros 10.000 kips. Con bolsa, flotador, linternas frontales y bañador nos metemos en el agujero y, agarrados a una cuerda nos vamos adentrando en la oscuridad de la cueva. Resulta divertido e intrigante a la vez. Hay un punto con una bifurcación en que puedes seguir sin cuerda, sólo remando con los brazos, sin embargo decidimos continuar por el trozo de la cuerda, pues unos turistas nos han dicho que ir sin cuerda cansa bastante ya que vas contracorriente. Así llegamos a un punto en que hay demasiada corriente para continuar y nos volvemos, no sin antes hacernos unas cuantas fotos divertidas.

Al salir de la cueva nos espera el improvisado guía laosiano, que nos pide 60.000 kips por los servicios que no habíamos pedido, sin embargo hay que reconocer que sin él no habríamos sabido acceder ni podido ver las cuevas, ya que nada está señalizado. Al final le pagamos 50.000 kips. Este señor es todo un personaje,  ya que cuando estamos en la cueva del Elefante nos dice que hay que hacerle una ofrenda de dinero al Buda, Jordi  pone 1.000 kips en el recipiente y luego, cuando nos damos la vuelta, él coge el dinero. Luego, al salir de la tercera cueva, nos señala una piedra en la entrada donde hay escrito 10.000 kips, y nos dice que hay que pagar la entrada; este es otro de sus trucos ya que la entrada ya la hemos pagado antes en una garita donde nos han cobrado los 10.000 kips para visitar dos cuevas. Y ya para rematar, en un descanso que hacemos abrimos la mochila para sacar el agua y él ve una bolsa de patatas y empieza a decir “Lays, Lays”, refiriéndose a la marca de las patatas, y no para de insistir hasta que abrimos la bolsa y le damos patatas (se zampó toda la bolsa). En fin, así son en Laos.

Una vez vistas las cuevas ya no nos queda nada más interesante por hacer. Nos reunimos nuevamente con el conductor del tuk-tuk y comemos unos fideos al lado del río. De la conversación en inglés precario, nos enteramos de que tiene dos hijos pero quiere tener dos más, porque en Laos si no tienes mínimo cuatro hijos no eres nadie; de que aprende inglés mirando la televisión y de que la gasolina está más cara en Laos que en Tailandia. Luego, para rematar el día, nos lleva a un lugar llamado “Organic Farm”, que comprende un restaurante, un guesthouse y donde además  llevan a cabo un proyecto comunitario de cultivo orgánico mediante el cual elaboran productos como tes, mermeladas, quesos, etc. En este punto mucha gente se lanza por el río haciendo tubing, y un poco más abajo hay montado un complejo con cuerdas para tirarte al río.

En fin, que en Vang Vieng se lo tienen bien montado y sigue creciendo, pues en este momento se están construyendo dos hoteles bastante grandes y un resort con bungalows. Está claro que este pueblo aspira a ser algo más que un enclave donde parar un día a descansar en el viaje entre Luang Prabang y Vientiane.


Jordi: cuando vayas a visitar las cuevas no se te ocurra ir con sandalias, lleva un calzado apropiado para no resbalar.

Curiosidades:
  • En muchos restaurantes te puedes sentar al estilo marroquí, es decir, sobre una esterilla con cojines y mesa baja. Una costumbre que va mucho con el estilo relajado de la ciudad.
  • En estos restaurantes no es raro encontrarte a los mismos camareros tumbados y viendo la tele, incluso algunos durmiendo. Así, mientras estás comiendo tienes el personal al lado recostado viendo el culebrón laosiano de turno o un combate de "pressing catch"…
  • Y si no te apetece ver un culebrón o el "pressing catch", puedes ver ininterrumpidamente todos los capítulos de la serie “Friends”, que tres restaurantes se encargan de poner a todas horas, para disfrute de los turistas anglosajones, que se pasan horas y horas tumbados viendo la serie...

Laos: Vang Vieng, o tubing por un tubo

Haciendo tubing
Llegamos a Vang Vieng de noche. El bus paró de pronto en un descampado y el conductor dijo: “Vang Vieng”, a lo cual tuvimos que bajar precipitadamente y esperar bajo la lluvia a que nos dieran las mochilas que estaban encima del bus. Por lo que se podía intuir, no estábamos precisamente en la parte más céntrica del pueblo, pero había un guesthouse cerca, así que mientras Jordi recibía las mochilas fui hacia allí para ver si tenían habitaciones. 

Me acerqué y me encuentré lo que parecía una sala de estar y una familia tumbada en un sofá viendo la tele. Les pregunté si tenían una habitación doble, por suerte entendían un poco de inglés y me dijeron que sí, me la mostraron y tanto la habitación como el precio, 50.000 kips, me parecieron bien, así que la cogí. Luego nos dimos cuenta que el lavabo era de lo más curioso: el lavamanos no tenía desagüe, por lo que cuando abrías el grifo el agua caía directamente al suelo, y el WC era de los que te encuentras en los baños públicos, es decir, que no tenía cadena sino que tenías que echar tú el agua con un cazo. Además, para llegar a la habitación tenías que subir unas escaleras tan altas y empinadas que casi tenías que hacer escalada libre (este tipo de escaleras, por algún motivo que escapa a mi entendimiento, son muy frecuentes en Tailandia y Laos).

Con todo esto, lógicamente al día siguiente nos fuimos corriendo y empezamos a buscar alojamiento en el centro. Nos metimos en un guesthouse llevado por un inglés, al parecer muy popular entre los mochileros porque se da un aire como muy de chillout. Nos dieron la habitación del ático, enorme,  rodeada de ventanas, con balcón y dos camas dobles, por 120.000 kips (unos 8 euros). Yo hubiera preferido una doble normal por 80.000 kips, pero no quedaban.

En Laos también juegan a petanca

Vang Vieng resulta hasta agradable por diversos motivos: está situado en un valle atravesado por un río y rodeado de altas montañas, algunas con pintorescas formas de flan; tiene una atmósfera muy mochilera que te transmite buen rollo y te dan ganas de quedarte varios días simplemente tumbado por ahí tomando cervezas; y finalmente, puedes gozar de pequeños placeres como masajes y sabrosos batidos de frutas, a mejores precios que en Tailandia o Luang Prabang.

Una vez vistos los programas y precios de los packs de aventura de unas cuantas agencias de viajes –todos están entre 90.000 kips (unos 6 euros) y 130.000 kips (unos 9 euros) para un día-, decidimos que vamos a montárnoslo por nuestra cuenta, ya que no nos interesa ni hacer kayac –ya tuvimos bastante en el  río Zambeze, con cocodrilos e hipopótamos incluidos-, ni tubing por el río, puesto que hay la posibilidad de hacerlo dentro de una cueva, lo cual nos gusta más. Así que al final optamos por alquilar los servicios de un tuk tuk, que por 100.000 kips nos llevará a visitar cuatro cuevas, una de ellas la del tubing. Acordamos con el conductor que nos pase a recoger por el guesthouse por la mañana a las 9.

Así de kitsch construyen en Vang Vieng
Ya tranquilos por tener todo arreglado, nos vamos a visitar por nuestra cuenta una cueva que queda sólo a un quilómetro del pueblo. Esta vez no vamos a alquilar ninguna bicicleta ya que hay poco camino, así que realizamos un agradable paseo hasta el Vang Vieng Resort, donde hay que pagar un “peaje” de 2.000 kips por pasar por su territorio. Llegamos a la cueva y nos sorprende que hay que volver a pagar 15.000 kips por subir unas escaleras y meterte en la cueva, donde te espera un altar con un Buda. Como cuevas de este tipo ya hemos visto dos en Tailandia y nuestro interés es principalmente bañarnos, pasamos de la cueva y nos vamos directamente a una piscina natural que hay fuera, un “jacuzzi” de agua fría que procede del interior de la cueva. Con las prisas resbalo y me doy con las costillas en el suelo, afortunadamente no me he roto nada, pero duele bastante cada vez que me muevo y me esperan unas cuantas noches infernales de dormir poco. De esta guisa me meto en la “piscina”, donde se está muy bien, hasta que algo me roza el pie y salgo por patas –seguramente solo es un pececillo, pero no soporto estar rodeada de bichos en el agua-.

De esta forma tan gafe se acaba el día, esperamos que la visita programada a las cuevas de mañana resulte mejor...


sábado, 10 de mayo de 2008

Laos: el movidito viaje en bus de Luang Prabang a Vang Vieng

El "VIP" bus

7 horas aquí dentro.
¿Por qué le llaman VIP a un autocar sin aire acondicionado, sin asientos reclinables y con el velocímetro estropeado?
Esto es lo que nos vendieron: un autocar "VIP" que tenía que hacer el recorrido de Luang Prabang a Vang Vieng en 6 horas, con mucho confort y aire acondicionado. La realidad fue que el trayecto duró 7 horas y cuarto y el aire acondicionado fue el de las ventanas abiertas... No hubo necesidad de quejarse –aunque tampoco nos hubieran hecho caso- porque afortunadamente no pasamos calor. A todo esto hay que añadir una serie de particularidades que hicieron el viaje por lo menos interesante: una familia laosiana con tres niños que se pusieron detrás nuestro todos juntos en dos asientos, que además no querían separarse de un gran cesto de mimbre donde llevaban ¿diez quilos de pollo hervido? o al menos olía a eso; otra familia con un niño pequeño que no paraba de llorar; una chica que de vez en cuando discutía a gritos con alguien por el móvil ¿su novio?; por no hablar del conductor, un chico muy joven que todo el rato estaba de cháchara con su ayudante, otro chico aun más joven, y un colega que se sentó en un taburete a su lado, de modo que se pasaron el trayecto los tres dedicados a hacer cosas como, por ejemplo, llamar por el móvil mientras conducían, silbar y tirar piropos a unas chicas que iban en moto, o ir probando los CD's hasta encontrar la canción que les gustaba. A todo esto hay que añadir lo que nos íbamos encontrando por la carretera: asfalto en mal estado, vacas que no se apartaban, niños jugando que tampoco se apartaban, vehículos tirados, etc. Laos en estado puro, vamos.

Entre tanta animación nos vimos obligados a parar de repente porque otro bus que se había cruzado en la carretera y no dejaba pasar a nadie; al principio pensamos que estaba averiado, pero por lo que pudimos deducir lo que ocurría es que el conductor de aquel bus se había picado con un camión y entonces se le había ocurrido la genial idea de cruzarse para no dejarlo pasar. Como no podía ser de otra forma, en medio de la carretera se armó un lío monumental de gente discutiendo, a lo que muchos pasajeros del bus bajamos para ver el espectáculo e incluso algunos aprovecharon para ir a hacer pis al bosque. Sin embargo la fiesta se acabó pronto, cuando alguien vio el rifle que ocultaba sin mucho disimulo un policía que iba de paisano en nuestro bus...

Por todo esto pagamos 105.000 kips (unos 7 euros), no mucho más que si hubiéramos ido en una furgoneta (135.000 kips). Evidentemente nos sentimos un poco timados, aunque la decepción se compensó en parte con el paisaje que nos regalaba la carretera que serpenteaba entre las altas montañas y donde, de vez en cuando, se obserbava la vida sencilla y humilde de los poblados rurales.
  
Jordi: si pese a todo decidís hacer este trayecto en bus, id al baño antes de subir y llevad comida y bebida, pues el autobús no para hasta cinco horas después, justo una hora antes de llegar a Vang Vieng.



sábado, 5 de abril de 2008

Tailandia: el asombroso templo blanco de Wat Rong Khung

La única visita turística que hemos realizado des de Chiang Rai ha sido la de un templo situado a unos 15 kilómetros al sur, llamado Wat Rong Khung . Este templo es diferente del resto por diversos motivos, pero lo que más llama la atención es que el exterior ¡es completamente blanco! (algo sorprendente en un templo tailandés). Es la obra de un artista contemporáneo llamado Chalermchai Kositpipat, que empezó la construcción pagándola él mismo como una ofrenda a Buda. Ahora aun está en fase de decoración, de hecho solo se ve terminada la parte exterior, mientras que en el interior solo hay dos paredes pintadas: la frontal, con un Gran buda dorado y  todo resplandeciente a su alrededor; y otra, con unos murales sorprendentes que hacen referencia al caos, al consumismo, a las tendencias militaristas, a un final apocalíptico con una guerra nuclear, donde se incluye el ataque a las Torres Gemelas, naves de la saga Star Wars, aviones de combate, la estación espacial internacional,  ¡e incluso se puede ver a Neo (Keanu Reeves ) de Matrix-!, todo ello coronado con una imagen de Buda.
En fin, es una interpretación moderna del budismo como respuesta a la sociedad actual, que vale la pena ir a ver, aunque sólo sea para darse un paseíto con el autobús y luego esperar en la carretera, en nuestro caso bajo un tremendo chaparrón,  a que pase el de vuelta y que, con suerte, te vea y pare.

viernes, 4 de abril de 2008

Tailandia: días de descanso en Chiang Rai

En esta barbería me trataron como a un rey
Hemos estado dos días en Chiang Rai, tiempo que hemos utilizado para reponer energía después de 17 días de trote y para ponernos al día en cuestiones de informática, compras, lavado de ropa, etc.

Chiang Rai se puede utilizar como base para hacer diversas excursiones, básicamente a la zona del Triángulo de Oro y la ciudad fronteriza de Mae Sai, trekkings por las aldeas de montaña, visita de la ciudad medio yunnanesa de Mae Salong, etc. De todas formas, todos estos tours también pueden hacerse desde Chiang Mai y el precio no varía mucho, pues en Chiang Mai sobra la oferta mientras que Chiang Rai es bastante más pequeño y la mayoría de agencias de viajes son diminutas oficinas destartaladas. Por otra parte, la ciudad en sí no tiene mucho que ofrecer turísticamente hablando, aparte de unos cuantos wats (templos) parecidos al resto, un Museo de las Tribus de Montaña y un mercado nocturno en versión mucho más reducida que el de Chiang Mai.

El hotel en el que estamos está bastante bien, habitación y baños muy espaciosos, dos ventanas con vistas a la calle, televisión y aire acondicionado, todo por 450 baths (unos 10 euros). No hay Internet, pero si llevas un portátil puedes pillar desde la habitación una señal wi-fi de alta velocidad. Estamos al lado del mercado nocturno, de la calle principal y de la estación de autobuses, lo cual es muy conveniente. Además, te dan café y tostadas gratis, ¿qué más se puede pedir?

El lunes por la mañana empaquetamos y nos vamos a la estación de autobuses a coger el que va a Chiang Khong, desde donde pasaremos a Laos. De todos los autobuses que hemos cogido hasta ahora, este es el más destartalado. Menos mal que sólo son 2,5 horas de viaje y el asiento pegajoso se compensa con el aire que entra por la ventana y con las vistas de la Tailandia rural

Jordi: Uno de los pequeños placeres que me he dado ha sido el afeitado del día en la barbería de la calle principal de delante del guesthouse, un afeitado facial al completo con un perfecto rasurado, acabado con un placentero masaje de brazos, nuca y espalda, todo por 40 baths, o sea, 0,8 euros.

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